Conocidos anteriormente como “sombreros Panamá”, su confección es una verdadera tradición. Una pieza de calidad puede llevar hasta seis meses de elaboración.
Pile, es una pequeña comunidad a 30 km de Montecristi, Ecuador, y es famosa por sus tejedores de los más finos sombreros de paja toquilla. En este paraje de sencillas casas costeras, enclavado en medio de verdes cerros y el azul del mar del sur manabita, los moradores se sienten muy felices y a la vez humildes por el triunfo alcanzado a nivel mundial producto de su trabajo ancestral.
Los jóvenes estudian por la mañana y tejen por la tarde los famosos sombreros de paja toquilla mal llamados anteriormente como “sombreros Panamá”, dado que fueron utilizados en la construcción del canal de Panamá por lo obreros.
Los Sombreros de Pile fueron declarados Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Esta declaratoria es la sexta que recibe el país de parte de la Unesco. Las otras fueron a Quito, Cuenca, islas Galápagos, Parque Nacional Sangay y las manifestaciones culturales del pueblo Zápara.
Fidel Espinal, presidente de la comuna, resalta que gracias al Ministerio Coordinador de Patrimonio Cultural del Gobierno “se pudo alcanzar este viejo anhelo de ser reconocidos como los auténticos tejedores de este fino sombrero que a lo largo de las décadas ha sido utilizado por presidentes, actores, deportistas y otras destacadas figuras del planeta”.
Para impulsar su ancestral habilidad se ha inaugurado la Escuela Taller de Formación Artesanal, con la que buscan mantener viva esta tradición y despertar el entusiasmo en las nuevas generaciones de Pile.
Esta escuela es un moderno y funcional edificio de tres plantas donde los hombres y mujeres podrán perfeccionar su técnica, bajo las directrices de los más experimentados tejedores.
La alegría por ostentar una acreditación mundial la reflejan los alumnos que cada tarde asisten al taller a confeccionar sus finos sombreros.
Agachadas y apoyadas a unos pilares de madera, las hábiles manos de las y los tejedores mojan, cortan y entrelazan la paja toquilla con una admirable rapidez; sin embargo, pese a la agilidad terminar un sombrero de fina calidad puede durar hasta seis meses.
La palma, para preparar la paja toquilla, se recoge de la montaña luego de una caminata de varias horas. Luego se cocina y se seca al sol por un tiempo determinado para quitarle la humedad y hasta que los cogollos tomen un color caoba. Una vez concluido este proceso la hoja está lista para ser trabajada por las diestras manos de Pile.
“Estamos orgullosos de ser de Montecristi, esta tierra dio al ecuatoriano más importante de todos los tiempos, (al expresidente) don Eloy Alfaro, y a los tejedores del sombrero fino de paja toquilla”, señala Gloria Triviño, quien a sus 72 años de edad mueve sus dedos con la rapidez como cuando tenía 10 años en que comenzó a tejer.
En este taller, los tejedores tienen la oportunidad de vender directamente sus artesanías a los turistas a precios más convenientes, pues actualmente su producción (unos 100 sombreros al mes) va a manos de intermediarios de Montecristi que los venden a precios altos. Cada tejedor es dueño del sombrero que elabora.
Los precios de los sombreros van desde los 200 hasta los 1.000 dólares los que en tiendas del extranjero llegan a costar hasta cinco o diez veces más.
Annemarie Balde