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Columnista: Annemarie Balde (Chile)
// Columnistas
Los pingüinos de Magallanes que habitan el Punta Tombo permanecen hasta abril
Llegan los pingüinos de Magallanes
11.09.2025 | COLUMNISTAS
Ya empezó la época ideal para que los turistas visiten las colonias de estos simpáticos animales en la costa patagónica argentina. El espectáculo es único en el continente e inolvidable.

Ricardo Caletti, Presidente VISION Neuquén
 
Annemarie Balde L.
 
www.ablturismo.com
 

Punta Tombo y Cabo Dos Bahías
 
Dos son las pingüineras más pobladas. La más conocida de todas y más accesible, con excursiones guiadas, centro de interpretación y toda la infraestructura para los visitantes, es Punta Tombo, ubicada a una hora y media de viaje de Puerto Madryn, en la costa del Chubut. La otra, unos 150 kilómetros más al sur, es la Reserva de Cabo Dos Bahías, muy próxima a la pequeña localidad de Camarones.
 
A Punta Tombo, desde este mes de septiembre y hasta abril, llegan más de dos millones de pingüinos para nidificar, aparearse, cuidar los huevos y luego a las crías que nazcan.
 
Primero llegan los machos, y buscan los mismos sitios - pequeñas cuevitas - en los que nidificaron la temporada anterior, y aunque parezca mentira, hasta utilizan las mismas piedras para protegerlos y armar el futuro nido. Unos días después llegan las hembras y los juveniles y encuentran el hogar listo.
 
El paisaje de Punta Tombo
 
El ambiente costero de esta reserva de aves marinas es impactante. Hacia el oeste se tiende la estepa, con sus pastos duros y sus arbustales espinosos, mundo del guanaco, del zorro y de la mara, mal llamada liebre patagónica, ya que no es ninguna liebre. Hacia el este, una franja de rocas grises y marrones de unos tres kilómetros de largo penetra en el mar. Este espolón de piedra está cubierto de pedregullo, arenas y arcillas, y se prolonga en amplias playas donde es evidente la diferencia de las líneas de alta y baja marea, que en ese sitio superan los diez metros.
 
El área de nidificación y cría
 
Los pingüinos de Magallanes eligen los terrenos arenosos en los que crecen rústicos arbustos para establecer sus nidos. Arman cuevas al reparo de estos vegetales y se disponen a defender su sitio de posibles predadores. Estas cavidades en la arena son excavadas por los machos utilizando los picos.
 
En algunas oportunidades hay disputas por los territorios, sobre todo con los nuevos adultos que llegan a nidificar por primera vez y tratan de obtener su lugar en la colonia.
Los machos de esta especie son poco más grandes que las hembras y tienen el pico más largo y robusto. Llegan a pesar hasta cinco kilogramos.
 
A principios de octubre las hembras empiezan a poner sus huevos y los dos integrantes de la pareja se turnan en la incubación, que dura 40 días. Mientras uno le da calor a los huevos, dos por lo general, el otro camina hasta el mar y se zambulle en busca de alimento: anchoítas, cornalitos o pequeños calamares.
 
Tanto machos como hembras defienden su nido con firmeza. De modo que lo recomendable es no aproximarse demasiado a las cuevitas y no interceptar el paso a los pingüinos, porque van a responder con algunos picotazos para nada amigables.
 
Otras aves en Punta Tombo
 
En esta extraordinaria pingüinera, el mundo de las aves es riquísimo. Gaviotas, gaviotines, ostreros, shúas que se zambullen en picada en el mar, petreles gigantes, palomas antárticas, cormoranes, patos, graznan cada uno con su sonido y asombran por su abundancia.
 
Es el sitio ideal para que los amantes de la observación y reconocimiento de aves disfruten de una jornada inolvidable.
 
Los pingüinos de Magallanes que habitan el Punta Tombo, permanecen hasta abril en ese privilegiado rincón de la costa patagónica. Con las crías crecidas, habiendo cumplido con las lecciones de natación dadas por sus padres, estas aves sorprendentes inician la mayor travesía migratoria de un ave que no vuela.
 
La partida de casi dos millones de pingüinos de Magallanes resulta sorprendente. Masivamente caminan hasta la orilla, se zambullen y se despiden de su roquerío, de sus arenas, sus cuevas y las piedras de su nido hasta el año siguiente, en que puntualmente volverán al mismo lugar con una precisión incomprensible.

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